La pandemia ha evidenciado lo deficientes que son muchas de las viviendas que se han construido durante décadas. Millones de almas han pasado los meses de confinamiento en coladeros de energía, pisos con problemas de ventilación y filtración y una mala calidad del aire interior.
Sin embargo, hay otra forma de hacer casas. Han pasado tres décadas desde que Wolfgang Feist, físico y astrónomo alemán, construyera la primera vivienda pasiva del mundo en 1991, la suya, en la ciudad de Darmstadt, Alemania. Hoy es uno de los expertos más reconocidos del mundo en construcción eficiente. Feist se dio cuenta de que más de un tercio del consumo de energía procedía de la calefacción. Y se puso manos a la obra: estudió la distribución de calor, las ventanas, techos y sistemas de ventilación… Su casa logró consumir un 87% menos de energía que una convencional.
Las viviendas pasivas tienen un alto grado de aislamiento de la envolvente sin puentes térmicos y una buena estanqueidad del aire exterior que consigue garantizar la mínima demanda energética. “Es sorprendente que lo que los virólogos recomiendan ahora sea casi exactamente lo que hemos estado diciendo durante 30 años. Siempre tuvimos en mente la salud y el bienestar de los ocupantes en los primeros pasos del desarrollo”, contesta Feist por correo electrónico desde su casa en Darmstadt, en la que reside con su familia.
Para el fundador del Passive House Institute y del estándar internacional (y voluntario) con el que se certifican los inmuebles que cumplen su predicado, hay paralelismos entre la covid-19 y la crisis climática que se cierne sobre el mundo. Uno es que es innegociable la eficiencia energética en los edificios.
Poniendo el foco en el sello del físico alemán, en el mundo hay más de 29.000 inmuebles certificados, lo que representa una superficie de casi 2,7 millones de metros cuadrados. Aquí se incluyen viviendas, escuelas, guarderías y oficinas. En Fráncfort se está construyendo el primer hospital pasivo.
“En los últimos dos años se ha certificado la misma superficie que en los ocho anteriores y se duplicará en los dos años siguientes”, dice Bruno Gutiérrez Cuevas, presidente de la Plataforma de Edificación Passivhaus, la segunda asociación por número de socios (más de 800) en el mundo, solo por detrás de la alemana. Con la pandemia, “muchas personas han descubierto que existen formas de construir que permiten ahorrar energía y aseguran un mayor confort interior y por este motivo recibimos más consultas que tiempo atrás”, añade Gutiérrez. Aunque avisa de un incremento en los fraudes por parte de empresas que ofrecen passivhaus sin que se cumplan los requisitos.
“Dentro de sus cuatro paredes el ruido de los coches es imperceptible, no hay corrientes de aire y la temperatura no varía de una habitación a otra. Es una casa con una temperatura interior constante de entre 22 y 24 grados en la que siempre reina el silencio y en la que ni siquiera se escucha el ruido de la lluvia o la tormenta”, explica Stefano Carlo Ascione, arquitecto y especialista en construcción pasiva de la empresa Arquima. La casa, hecha con un sistema industrializado, genera cuatro veces más energía de la que necesita para funcionar gracias a placas fotovoltaicas.