El vidrio curvado se obtiene a partir del calentamiento lento de una luna de vidrio plano que, al alcanzar su punto de plasticidad (alrededor de 550ºC), cae por gravedad sobre un molde hecho a medida.
Una vez conseguida la geometría deseada, empieza un proceso clave conocido como “recocido” (enfriamiento lento del vidrio) que determinará la calidad visual y estructural del producto final.
Hoy en día, el vidrio curvado se ha convertido en un elemento indispensable en la arquitectura actual, que no sólo pide vidrios de un solo radio sino también piezas de geometría compleja (casquetes esféricos, vidrios ondulados, etc.) en combinación con el uso de capas de ahorro energético (solares y bajo emisivas) y serigrafía.